La leyenda del archivo abierto

Digitalizamos, informatizamos, compramos nuevo software o los diseñamos, ponemos a las herramientas de archivo el disfraz de colectivas, tranquilizamos nuestras conciencias cuando esas herramientas tienen la etiqueta de software libre o creative commons ¿Pero se piensa realmente en la triada archivo, documento, poder? ¿Se replantea o discute quién tiene el derecho de crear documentos y quién el derecho de decidir cuales se preservan?¿Se analizan y modelan realmente las tecnologías de archivo? O, por el contrario, se tiende a imitar las ya existentes.

Las preguntas son muchas. Puede seguirse sin mucha dificultad esta lista de dudas.

Pero los más serio es que detrás de la libertad de acceso al código más habitual o de creative commons, de la supuesta libre participación del usuario en el archivo, se esconde una absoluta ausencia de reflexión sobre las verdaderas herramientas de archivo, aquellas que llevan siglos controlando el mundo, aquellas en las que se arraigan los enunciados y que no han necesitado del mundo digital para crearse. Los cuadros de clasificación siguen siendo los mismos, los sistemas de descripción de documentos no varían en absoluto y, por supuesto, el usuario no tiene nada que decir en todo esto. El usuario es invitado a un supuesto mundo abierto donde se le permite hacer, incluso participar, pero participar de lo mismo, de unas herramientas de archivo que no por “abiertas” solucionan los problemas intrínsecos de una sociedad que se construye y reconstruye a si misma desde de los archivos y los documentos que contienen y como los contienen.

No se trata de como visualizar datos, se trata de como se crean, como se gestionan y como se representan al ser visualizados. Hay una preocupante obsesión por este último paso que según se sofistica contribuye más y más a la opacidad de la tecnología de poder que supone un archivo.

El usuario libre repite o simula en la guardería el mismo gesto del archivero antiguo.

Finalmente la participación del usuario en el archivo de la institución es poco más que la perpetuación lúdica de los sistemas cognitivos de siglos de archivística basada en el control del acceso a la información, en la re-presentación.

Pensar el archivo, entender como cambiar ciertas estructuras que se quedan anticuadas y que no corresponden a la práctica ni visión de nuestros días, está más allá de la lucha por el software libre, aunque sin duda deben ser aliadas. De otro modo, la triada archivo, documento y poder no habrá variado más que por su inclusión en corrientes de libertad de las que las instituciones se están apoderando como bandera de cierta “modernidad” pero vaciando todo contenido.

El abrir las herramientas es un gran paso, pero si ello sirve para actuar miméticamente, sin modelar la columna vertebral de las tecnologías de gestión de información, se ha perdido una oportunidad.

Cojamos un cuadro de clasificación y luchemos con él y con nuestras propias contradicciones a la hora de representar el mundo, mucho antes de decidir como se van a visualizar y representar los datos que ordena.

Share

Deja un comentario