Crónicos y tópicas

Si tuviera que hacer un listado y taxonomía de enfermedades que rondan el día a día yo lo haría así:

Las que se van curando a largo plazo
Las que si bien solían ser crónicas van dando oportunidades
Las durmientes
Las que como el cáncer exigen de luchas y fuerza y a veces se curan aunque quede el miedo a que se reproduzcan,
Las silenciosas.
Las que no tienen voz.

No es una taxonomía rigurosa, pero sirve y además no es necesario que la enfermedad pertenezca a una sola de las categorías.

Ante todo que no tengan voz no quiere decir que no se hable de ellas, sobre todo en tertulias mañaneras. No tener voz no es una cuestión de silencio individual, tiene más que ver con carecer de un grupo donde individuarte.

Las enfermedades mentales «cotidianas» como mucho tienen la salida de los grupos de autoayuda -esos que se representaban tan bien en The Fight Club.
Tener voz tiene que ver con tener un grupo al que arrimarte que se organize y genere sus propios mecanismos de «fonación». Resulta que cuando unos ya hablan de postidentidad otros no han conseguido ni construirla. En gran parte porque no tienen una historia de persecución -salvo el manicomio- o no se tiene conciencia de ella a pesar de lo mucho que se ha escrito, por ejemplo, sobre la locura.

Una práctica cultural que sólo concede memoria a los que tienen identidad por haber sido oprimidos y haber construido el relato de ello, es una cultura morbosa y sometida a las tendencias de los discursos rentables en el momento.

¿Como se construye una identidad cuando una gran parte de los enfermos no son conscientes del porqué de su sufrimiento porque la psicología es precaria en la salud pública?

¿Como generar una identidad entre estratos sociales tan diferentes que sufren enfermedades sin voz pero que incluso quieren esconder y callar más aún la voz callada?

Las calladas enfermedades psiquiatricas han sido reprimidas en cotolengos, sujetas a experimentos farmacéuticos pagados por los estados, autosometidas al silecio para no se tachadas de locura, escondidas por sus familias y ahora aceptadas publicamente dada la rentabilidad de los caros medicamentos que producen los laboratorios

¿Dónde está la franja dedicada a las enfermedades sin voz y sin grupo en el espacio de la cultura que programan museos y similares?

No se trata de mostrar el trabajo del loco e idolatrado artista excéntrico.

Siendo enfermedades donde conviven la basura moral, la economía médica, los movimientos de opinión, la segregación, los derechos laborales y humanos del enfermo, de sus familias, de su entorno ¿cómo pueden seguir siendo los males si voz?

Tras tantos años ensalzando la locura del artista, que ha servido como enaltecimiento de una forma de ser que ha encantado a la cultura burguesa que veía al loco-artista hacer lo que ellos no podían; tras varias colecciones de arte hecho por enfermos mentales expuestas en museos de arte contemporáneo (un gesto snob donde los halla); la corte del arte, ese lugar que hace ocurrir lo que no puede ocurrir, algo nos debe a los «locos y locas sin voz» callados y medicados.

Es un tema lleno de vericuetos y que pone en jaque la composición de la sociedad en muchos aspectos.

Que Foucault lo hiciera tan bien al escribir, no significa que el silencio haya terminado.

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